En el mundo que nos ha tocado vivir todo tiene una explicación económica y el fallecimiento virtual no es una excepción. La iglesia se financia con la fe, una fundación vive de la caridad y los clubs de fútbol de la pasión de sus aficionados, pero el negocio del videojuego, como si de una funeraria se tratase, siempre se ha lucrado con la muerte. Hubo un tiempo en que jugar a videojuegos consistía en gastarte la paga con los amigos en una tarde de domingo y el diseño de los juegos procuraba que así fuera.
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