[c&p] En el aparcamiento de la comisaría encontró un Ferrari a su lado. ¿De quién sería? Seguramente de un imbécil, aunque el nombre del propietario que figuraba en el carnet podía ser de cualquiera. Porque sólo un imbécil podía ir a dar un paseo por el pueblo con un coche como aquél. Y había también una segunda categoría de imbéciles, parientes cercanos de los imbéciles del Ferrari, integrada por aquellos que, para ir a hacer la compra al supermercado, cogían el todoterreno con tracción a las cuatro ruedas
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