Raffaello Follieri irrumpió en el mundo de los negocios diciendo que tenía contactos con el Vaticano. Avispados inversores financiaron durante años una vida dedicada al dolce fare niente para que su amistad les abriera las puertas de negocios inmobiliarios. En realidad Follieri tenía la agenda y los bolsillos vacíos. El truco según Follieri, consistía en gastarse parte del dinero de sus inversores en él mismo. Cuánto más rico pareciera, más dinero la gente estaría dispuesta a darle. Ahora, juzgado por fraude, tiene que devolver 2,4 mill. de $
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