Del marasmo cotidiano surge como evidencia lo que durante mucho tiempo eran solo señales, o realidades sin una conexión completa: la corrupción sistémica de los partidos de la derecha; una corrupción vinculada a su cercanía al poder económico y legitimada en los últimos tiempos por el derrumbe de la moral cívica vinculada a lo público; y una corrupción que es la devolución en contante y sonante de los favores políticos y legislativos que estos partidos realizan cotidianamente a los poderes económicos.
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