Un policía municipal esparcía las frutas, quizás desmontando la pieza que sostenía el equilibrio inestable de su carro, de Mohamed Bouazizi, un informático de 26 años que sobrevivía vendiendo hortalizas en una ciudad de Túnez. La humillación decidió su suicidio, quemándose a lo bonzo. Ocurrió el 17 de diciembre de 2010 y, desde entonces, 100 millones de personas de dos países “estables” han recuperado su su libertad. Y otros 100 millones, en Bahréin, Libia, Jordania, Argelia, Marruecos… pelean ardientemente por ella.
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