Se trata de una pequeña obra en la que el ingeniero de minas Don Diego López de Quintana abogaba por el uso de “huesos viejos” o “huesos de mina” en la agricultura allá por el año 18761. A buen seguro que algún arqueólogo que lea este fragmento va a sentir un escalofrío… La exportación de huesos comenzó en el año 1862, y en los últimos años de sequía y malas cosechas la extracción y venta de los mismos ha proporcionado un gran alivio a los jornaleros pobres de Castilla.
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