Hasta ahora no se entendía por qué los grandes millonarios del planeta concentraban su inversión en la Premier. Mientras una decena de clubes ingleses tenía propietario extranjero, nuestro fútbol solo contaba con la impresentable experiencia de Dmitry Piterman en el Racing (2003-04) y en el Alavés (2004-07), que acabó con el embargo de los bienes del ucraniano por valor de 13 millones de euros. Esta temporada, por fin, se ha roto la última barrera de la Liga nacional hacia la globalización. Ya estamos en la bolsa internacional del balompié.
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