Comprar un hogar, un hito financiero que muchos esperan conseguir en sus treintas y una buena manera de generar riqueza propia, ahora es prácticamente inalcanzable para los milénials si no tienen ayuda parental. Y se ha generado también un estigma sobre recurrir a esa asistencia. Es el misterio financiero para quienes son treintañeros. ¿Cómo puede alguien, hasta quienes tienen un trabajo estable y mucho menos quienes tienen hijos, costear su vida en las grandes ciudades, como Nueva York, Los Ángeles o San Francisco?
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