Si un hombre visiblemente obeso, con una camiseta vulgar y mal planchada, unos vaqueros caídos, una gorra sin marca y un rostro no especialmente fascinante tratara de entrar en el exclusivo bar de la terraza del hotel Empire en plena semana de la moda de Nueva York (los desfiles se celebran enfrente), lo más probable sería que los tres gigantes con pinganillo en la oreja que custodian la...
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