Me deslizan dentro del escáner con un clic y un zumbido. Me han sujetado firmemente la cabeza y me han cubierto con una manta para que pueda tocarme los genitales –en particular, el clítoris– con cierto grado de intimidad. No estoy aquí para hacerme una prueba médica, ni para rodar una película para adultos. Lo que haré será autoestimularme hasta alcanzar el orgasmo mientras un escáner fMRI sigue la pista de mi flujo sanguíneo en el cerebro.
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