Vuelvo a casa, estremecido, golpeado otra vez por esta maldita guerra que nunca acaba, hundido por una noticia que, aunque ya antigua, llega a mis oídos como una mala nueva. Cinco años hacía que no sabía nada de mi hermano español y, ojalá, como había pensado hasta ahora, no se acordara de mí; ojalá esta tierra de odio y arena, nuestra amistad y mi familia, fueran un vago recuerdo en su memoria, sólo una anécdota más que contar de un pasado aventurero; ojalá este amor y agradecimiento infinito que siento sólo hubieran despertado en su corazón
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