En un momento determinado Blinder y otros economistas asesores del presidente Clinton le dicen a éste que lo más urgente no era llevar a cabo las reformas económicas para las que había sido elegido, sino disminuir el déficit público para calmar al mercado de bonos. Ante esto Clinton, con la cara encendida por la cólera y la incredulidad dijo: “¿Pretenden decirme que el éxito del programa y de mi reelección depende de la Reserva Federal y de un puñado de comerciantes de bonos?”. Hubo asentimientos en toda la mesa. Ni una negación...
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