Las familias de catorce asesinados por ETA en Navarra no conocen todavía la cara de quien apretó el gatillo o hizo estallar la bomba. Aún es más cruel, si cabe, la situación de nueve de ellas: si un día alguno de esos asesinos fuera arrestado, no pasaría ni un día en la cárcel. Ni siquiera llegaría a sentarse en el banquillo de los acusados.
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