En el año 2000, ya estaba claro que la recién nacida unión monetaria necesitaría reformas para afrontar el futuro. Los líderes europeos se reunieron y elaboraron un programa de propuestas que en general fue ignorado y abandonado en cuanto volvieron a casa y deshicieron las maletas. "En una de las capitales europeas, sin embargo, un político socialdemócrata resultó que estaba prestando atención. [...] decidió tomarse las cosas un poco en serio, y ver qué tenía que hacer para que su país se adaptara bien a los nuevos tiempos..."
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