Infectados por esa enfermedad social de la furia, los empleados americanos de la editorial Hachette salieron a la calle para protestar por la publicación de las memorias de Woody Allen, A Propos of Nothing. Parece no importar que la justicia haya desestimado dos veces la culpabilidad del director en los abusos que le achaca su hija. No basta con que actores y actrices hayan renegado públicamente de él; no resulta suficiente castigo el que ya no se estrenen las películas en su país. Hay que matarlo.
|
etiquetas: matar , woody allen , furia , cine , elvira lindo , opinión