Quizá alguien piense que las famosas pulseras del equilibro son algo así como la cumbre del arte de timar al personal. De hecho, hoy en día es difícil reunir a media docena de personas sin que al menos una de ellas exhiba orgullosa su distintivo, sin distinción de razas, sexos, clases sociales, niveles educativos o rangos dinásticos.
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