“¿Para qué sirve Marte?”, se preguntaba el otro día Alfonso Ussía en las páginas de La Razón, respondiéndose acto seguido que “para nada”.Lo hacía el maestro de maestros taxativo, categórico, con la rotundidad convencida de quien juzga la inoperancia de las diputaciones o de los pezones masculinos. Como aquellos funcionalistas antiguos, Lasswell y compañía, empeñados en reducir las cosas a sus propósitos, o como el albañil que te viene a casa y concluye nada más entrar por la puerta que el latiguillo ese que tiene en el baño, señora,no sirve...
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