Se han preguntado cómo es posible que haya tantas señoras de mediana edad, de todo tinte político, vociferando frente a las plazas de toros cuando las convoca alguna plataforma animalista. Muy sencillo, de niñas les quitaron sus dibujos animados suplantándolos por corridas de toros. Sitúense en una tarde de los años setenta del siglo XX en cualquier casa de un barrio de una gran ciudad, observarán a la muchachada con su bocadillo de margarina y chopped frente al televisor esperando ansiosamente que aparezcan los dibujos. De repente, en vez del tema musical que da paso a las aventuras de sus personajes favoritos, suenan unas tronpetillas cutres y surge la imagen inmóvil de un ruedo por el que circulan una serie de moscas. Ese cuadro estático se mantiene durante minutos, probablemente durante horas si hubiéramos tenido la paciencia de esperar a ver los acontecimientos.
Así fue como millones de niños alienados en grandes urbes, que no sentían el toreo como una fiesta compartida con la familia sino como el tostón que les dejaba sin sus series de dibujos, se convirtieron en el furioso motor del antitaurinismo actual. La decisión de complacer primero al (a esa hora por lo general ausente) padre de familia con toros en directo por encima de los intereses de los niños generó un monstruo animalario que acabará devorando la fiesta. Esta es una de las consecuencias de dejar que los niños vean contenido violento. Y es que antiguamente se retransmitían corridas a cualquier hora, e incluso la gente podía llevar a sus hijos a las plazas a ver como hacían pulpa a los toros. Y no se montaban grandes debates nacionales. Antiguamente tampoco era raro que los padres dejaran la televisión al alcance de sus hijos sin ningún tipo de supervisión, inconscientes de que el electrodoméstico transmitía un flujo constante y repetitivo de dudosas ideas sobre cómo debías comportarte en la vida para ser feliz y con qué marcas de gaseosa o de colonia había que hacerlo, donde personajes reales o de ficción, en los "culebrones" o en los "programas del corazón", resolvían sus contenciosos por medio de toda clase de violencias y trapacerías.
Sin embargo hoy en día dentro del "horario infantil" los creativos y las grandes cadenas de televisión se preocupan por generar una producción audiovisual despolitizada y amable, libre de violencia e ideologías. Por si ese esfuerzo fuera poco gracias a la informática los ciudadanos eligen y recopilan cuidadosamente el material audiovisual que van a consumir sus hijos a la vez que levantan efectivas barreras tecnológicas para erradicar el contenido indeseado. Se comprende por tanto la indignación y el revuelo que se ha organizado con el guiñol doctrinario y violento que perpetraron recientemente unos anarquistas pasados de rosca en una plaza. Esperemos que todo el peso de la ley caiga sobre ellos y pasen una buena temporada en el calabozo.