"Fue un insulto. Me quedé perdido durante una temporada de mi vida". Stephen Benjamin, que ahora tiene 27 años y vive en Atlanta, se había labrado una prometedora carrera como traductor de árabe en la Marina. Era lo que su patria necesitaba: soldados que hablaran el idioma mayoritario de Irak, un país que estaba sumido en una convulsa guerra de la que a EE UU le estaba resultando complicado salir. Y aun así, el Pentágono le expulsó. Solo por una razón. Porque era homosexual.
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