Marina D’Or, en la provincia de Castellón, es un lugar extraño que a primera vista parece una mezcla indescifrable entre las Fallas, una feria de norias y caballitos y una Las Vegas venida a muy menos, todo ello impregnado en los meses no estivales de una atmósfera mortecina. El vacío, sin embargo, existe, pero es de una índole casi metafísica.
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