En este caso, la voz de alarma se ha producido cuando los ayuntamientos de El Vendrell y de Calafell, ante la imposibilidad de poder dar abasto a reprimir la actividad de los manteros con sus propios medios, han decidido llegar a un acuerdo con ellos para que, al menos, no estén tocando las narices en pleno centro de la población. La reacción de los comerciantes y de la gente ha sido inmediata: a la yugular. O lo que es lo mismo, hipocresía y cinismo en estado puro.
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