Convertida en un fantasma justiciero responsable de cualquier alteración del orden, la prensa se encargó de difundir sus acciones y se creó una opinión pública mediatizada por el miedo a "su furor anarquista". La Guardia Civil la responsabilizó de múltiples delitos mientras que los terratenientes, los políticos y la justicia encontraron en La Mano Negra a su cabeza de turco. Tras conseguir asociar el caos y la violencia al anarquismo, ya sólo faltaba restablecer el orden.
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