Lo mejor de la Navidad, esa fiesta católica que celebran por igual maricas, vegetarianos, informáticos, vagos y maleantes, no son los bolsos de Tous ni el folclore kitsch elevado al cielo de lo ridiculo. Naaa. Lo mejor, sin duda, son las listas y los manifiestos que bosquejamos orgullosos, esos donde aplazamos todo para el 1 de enero, imaginándonos un yo mejor -gimnasio, lectura, fruta, menos resacas, más orden o un poco, aunque sea- un yo molón.
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