Soy Carmen Falomir, tengo 54 años y estoy a punto de subir a una ambulancia en un viaje de ida sin regreso. Pero estoy tranquila, en paz y en cierto modo, feliz. Así comienza la carta de despedida de Carmen, natural de Borriol, y enferma de ELA. Mañana ingresará en el hospital La Fe donde le practicarán una sedación «para poner fin a la pesadilla que estoy viviendo», la de «vivir encerrada en un cuerpo que ni reconoces ni te responde», y facilitar la donación de sus órganos.
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