Ni Garibaldi ni Mussolini. Nadie ni nada hizo tanto para unificar Italia como lo ha venido haciendo en los últimos años la corrupción. Es un cambio socio-cultural histórico: ya no hay una ‘cuestión meridional’, porque la clase política ha acabado adoptando métodos propios de la criminalidad organizada. Ahora las instituciones operan como mafias, en el Sur como en el Norte.
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