Sus alumnos viven en barrios marginales de la ciudad. A principios de año se matricularon 40, pero normalmente solo asisten unos 10 o 15, porque están enfermos o por falta de plata. Después de jubilarse como maestra en 1984, tras darles clases por décadas a niños y jóvenes, Nicolasa Gómez compreta ya tres lustros enseñando en la Casa del Abuelo 'Esperanza Viva'. Sus alumnos tienen entre 60 y los 80 años. La mayoría no sabía leer ni escribir o habían empezado a olvidarlo. Pero nunca es tarde para aprender.
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