«Si te duelen las hostias de tu pareja, que al fin de cuentas es una persona que conociste en la calle, imagínate las de tus hijos, que los has parido y criado lo mejor que has podido. Que me lo he quitado yo de la boca para dárselo a ellos». Estas duras palabras salen de la boca de Ana, quien consigue aguantar a duras penas las lágrimas que brotan de sus ojos al formularlas. Su nombre es ficticio para salvaguardar la intimidad de sus familiares, pero su historia no puede ser más real.
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