El capitalismo, basado en la codicia, la propiedad privada y la descentralización de las decisiones, es cíclico y está sujeto a los vaivenes de la enfermedad maníaco depresiva financiera. No hay un subastador que arbitre el conjunto de la economía ni un encargado de aplicar sistemáticamente "condiciones de transversalidad" que eviten la explosión periódica de burbujas de precios de los activos en los mercados especulativos. El capitalismo se erige en la única vía posible, renuncia a alabarse a si mismo, simplemente se presenta como inevitable.
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