No es recomendable forzar al niño para que se enfrente a ellos de forma directa con la esperanza de que los supere pronto. Miedo a un ruido fuerte, a quedarse solo en la habitación, a la oscuridad, a que mamá se vaya y no vuelva o, incluso, a seres sobrenaturales... En la infancia, estos miedos son muy habituales: los datos disponibles aseguran que entre un 30% y un 50% de los niños sienten algún temor intenso.
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