Ahora con frialdad, y con algún tiempo para la reflexión, la cosa está bastante clara: el Gobierno le tendió una trampa a los controladores aéreos, usando a los ciudadanos como cebo. Esto, se mire como se mire, es una marranada, y se mire como se mire también hay que reconocer que los controladores aéreos picaron como truchas de río, acostumbrados a ser la ballena blanca a la que ningún harpón podía vencer.
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