Nunca nos llevaban al pediatra (¿había pediatras entonces?), comíamos lo mismo que los mayores, no conocíamos los yogures ni los potitos y ¡bebíamos leche de vaca sin pasteurizar, sin rebajar y sin reforzar con vitaminas ni cereales!Luego, en la ciudad desde los diez años, los críos corríamos libremente por parques y descampados, cortábamos cristales para las chapas, asaltábamos solares vacíos y edificios en ruinas.
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