Un buen día, los empleados de la sede del gobierno regional de Maharashtra empezaron a hacer horas extras en la oficina. Los jefes, complacidos al ver que a pesar de su dedicación, ninguno de ellos pedía un aumento de salario, pensaron que sus charlas sobre productividad habían calado hondo en la plantilla. Lo raro era que ninguna mujer se apuntaba a esos maratones laborales que duraban hasta altas horas de la madrugada.
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