Al mundo de la alimentación no le faltan fenómenos extraños: dietas a cada cual más chiflada, gente que deja de comer determinados productos sin motivo real para hacerlo, pintorescas teorías que dictan que cocinar con calor es malo o que los lácteos son veneno... Me he enfrentado dialécticamente a seguidores de estas tendencias, y no me debería extrañar nada sobre la faz de la tierra, pero este domingo entré en contacto con un grupo humano cuyos hábitos nutricionales me impresionaron: el de los adictos a la musculación.
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