El Papa Benedicto XVI creía que su visita este domingo a la Sinagoga de Roma, la segunda de un pontífice en toda la historia, sería acogida como un símbolo de acercamiento entre católicos y judíos. Pero las autoridades hebreas, unas recelosas y otras claramente disgustadas con el papado de Joseph Ratzinger, se dividen entre quienes creen que gestos simbólicos como la visita de hoy ayudan al diálogo entre religiones y los que piensan que sólo sirven a los intereses de la Iglesia católica.
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