Las historias de horror de los campos de concentración nazis parecen no tener fin. Un nuevo libro, que será presentado el próximo miércoles en el Parlamento alemán, revela cómo, a partir de 1942, las autoridades comenzaron a establecer burdeles en los campos, en los que algunas prisioneras eran obligadas a mantener relaciones con otros prisioneros. Los carceleros nazis pensaban que los cautivos a los que se obligaba a hacer trabajos forzosos rendirían más si se les prometía tener sexo.
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