Puede sonar raro, muy raro, pero la especialidad de este pescador no eran truchas, salmones ni nada que se le parezca. Sus presas eran las indefensas braguitas de sus vecinas. ¿El móvil del crimen? Una caña de pescar que utilizaba desde su apartamento (en un tercer piso). Su metodología era simple: tirar la caña por los tendederos próximos y llevarse las que pudiese. Además, él mismo había modificado el método tradicional, uniendo cuatro anzuelos para poder así hacerse con más ropa interior...
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