Si integrase un gobierno o un partido que estuviese o hubiese estado detrás de la concepción, aprobación y puesta en marcha de un sistema así, se me caería directamente la cara de vergüenza. A no ser, claro está, que todos, del primero al último, fuesen unos sinvergüenzas. Como la realidad, tercamente, parece empeñarse en demostrar.
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