A Luisa, una de las viajeras del tren que explotó en Atocha, la despidieron de la empresa en la que trabajaba como teleoperadora porque no puede ejercer sus funciones debido a la sordera que le provocó el atentado. Diez años después del calvario al que ha sido sometida por mutuas y aseguradoras confiesa estar "completamente desamparada, desesperada y, sinceramente, sin ganas de seguir luchando: estoy agotada". Ni las instituciones ni los tribunales han solucionado en diez años los errores de la mutua en el tratamiento de Luisa.
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