Algo peor que una “ley” absurda es una ley absurda que no se aplique a quien la crea; la conocida como “ley de cookies” que impone obligaciones de cierta complejidad técnica incluso a simples blogs personales que tengan publicidad bajo la amenaza de fuertes sanciones, resulta no ser de aplicación a las webs de la Administración Pública (Ministerios, Ayuntamientos, Congreso de los Diputados, etc); una “ley” en la que el propio legislador no está obligado a predicar con el ejemplo.
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