Cuando Thomas Hobbes publicó su Leviatán (1651), Inglaterra aún vivía conmocionada por la crueldad de sus dos guerras civiles. El filósofo se inspiró en aquella tragedia para dibujar el contorno del Estado absolutista, a caballo entre el medioevo y la Edad Moderna. El soberano puede ser despótico, pero el peor de los despotismos es mejor que la anarquía. El absolutismo de Hobbes se basa en la existencia de un convenio firmado entre la mayoría de los ciudadanos y el poder gobernante. Algo parecido a lo que hoy llamaríamos proceso electoral.
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