Todo empezó con aquel loco de la Antigüedad al que un día se le ocurrió decir “El hombre es la medida de todas las cosas” o alguna otra frase parecida. No solo instauró las bases de la cultura occidental, sino que además le puso género. ¿No podía el buen hombre haber dicho “el ser humano” o “la persona” o cualquier otro recurso que su pensamiento y su lengua le permitieran? Tal vez sí podía, pero el caso es que no lo hizo. Desde entonces y a lo largo de siglos y más siglos la tradición ha aceptado que los universales se formulen en masculino.
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