Moralmente no corresponde criminalizar lo que no constituye un crimen. En este sentido, no debe confundirse un vicio, con el que una persona se daña a sí misma o a su propiedad, con un atropello a los derechos de un tercero, es decir, con el daño infligido a otras personas o a sus propiedades. La prima por el riesgo de operar en el mercado de la droga hace que el precio de la misma se eleve sustancialmente y genere abultados márgenes de beneficio. Los altos precios permiten igualmente que aparezca la figura del pusher, que obtiene millones.
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