Una de las cosas más sorprendentes de la leche es la presencia de lactosa. Este azúcar –un disacárido de glucosa y galactosa– es rarísimo en la naturaleza y aparte de la leche solo se encuentra en algunas flores. Su síntesis es muy compleja, está finamente regulada para que ocurra solo en las hembras que deben amamantar y demanda muchísima energía (cualquier mujer que haya amamantado puede dar fe de esto). Sin embargo, este es solo el inicio de los problemas: estamos diseñados para ser intolerantes a la lactosa.
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