Hace 30 años, cuando los armenios aún estaban paralizados por la conmoción tras uno de los terremotos más devastadores del siglo XX, Rudolf Kazarian, jefe del servicio penitenciario local, tomó la arriesgada decisión de autorizar a unos doscientos cincuenta presos a salir de la cárcel en busca de sus seres queridos. “Tengo que hacerlo, no puedo dejarles encerrados”, dijo Kazarian tras el violento sismo, cuyo trigésimo aniversario se conmemora este viernes y que dejó más de 25.000 muertos y 140.000 heridos graves.
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