Reconozco que aunque soy “de ciencias”, existen dos fenómenos que desbordan mi comprensión: uno es cómo puede flotar un barco (un barco de 100.000 toneladas, me refiero). Y otro, cómo funciona un aeropuerto. Lo primero lo teorizó hace tiempo un tal Arquímedes. Lo segundo, con semejante cantidad de aviones yendo y viniendo, personal trabajando, máquinas, ordenadores, viajeros, maletas... me sigue pareciendo de ciencia-ficción.
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