Tatuado como muchos de los protagonistas de sus películas, Larry Clark camina ayudado por su bastón entre sus antiguos amigos drogadictos. Son las fotografías que le convirtieron en un autor de culto, un creador underground cuya estética influye en cineastas como Martin Scorsese, Gus Van Sant o Harmmony Korine y en fotógrafas como Nan Goldin. En ellas, sus colegas se inyectan heroína, hablan, se desnudan, hacen el amor, duermen, juegan con revólveres, fuman, viven en una realidad marginal silenciada, en el filo del no retorno.
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