La Iglesia ha encontrado una solución para no perder el vínculo eucarístico cada fin de semana, gracias a la colaboración de laicos y religiosos. En ausencia de presbítero, el obispo puede conceder autorizaciones a personas «con pasado católico» para que moderen las ceremonias, puedan impartir la comunión ya consagrada y predicar. En la práctica, ese acto sirve de misa para los vecinos, pero técnicamente se conoce como la «Liturgia de la palabra»
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