Son las cuatro y mi hija acaba de tener una pesadilla. Se despertó llorando y me contó el sueño mientras hacía puchero. Yo escuché la historia, le acaricié la cabeza y la tranquilicé. Mientras me describía al protagonista de su pesadilla intenté que no notara mi angustia. Ella no tiene edad todavía para entender mi sobresalto. Ahora que ha vuelto a quedarse dormida, ahora que el desvelado soy yo, voy a intentar contar la historia completa. Hace mucho que no escribo, quién sabe cómo saldrá.
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