Por primera vez desde los "felices sesenta", los salarios reales no han seguido la expansión de la economía. Al contrario, han disminuido. Los beneficios del crecimiento se han ido a las rentabilidades de las empresas. De ahí los días de vino y rosas que vive la Bolsa española. Es verdad que se ha creado mucho empleo, pero es un empleo de bajos salarios. Por ese motivo, la participación de los salarios en la distribución de la renta nacional no deja de caer desde principios de la década de 1990, a pesar del aumento en el número de empleados.
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