(...) Hace siglos que los curas saben que su negocio no tiene nada en común con el Evangelio; que su negocio es de este mundo y consiste en administrar en beneficio propio el miedo y la superstición de la gente, en el entendimiento de que ese beneficio propio además de enormes riquezas lleva pago y cobro en especie. Lo importante es la publicidad; que haya caído el muro de secreto y silencio con que la Iglesia ha ocultado siempre y sistemáticamente esta nefanda costumbre; que todo salga a la luz; que hablen las víctimas, que son cientos, miles.
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